El mundo de los sueños y de las historias fantásticas siempre me impresionó y aún me sigue encantando. Hace poco tiempo una gran amiga me regaló una Antología de las Mil y Una Noches y recientemente, releyendo el libro y algún otro artículo, no pude resistir la tentación de escribir aquí.
El hecho de que de los veintiún cuentos originales, sólo nueve de ellos son de procedencia medieval árabe, no me ha decepcionado en absoluto. Aladino, Alí Babá o Simbad el Marino, no son originales, pero no importa, son igual de fantásticos que el resto. Estos últimos, así como otros, fueron incorporados posteriormente por un orientalista francés: Galland. La obra original -se cuenta- debió escribirse en la segunda mitad del siglo XIII, cuando los mamelucos gobernaban Siria y Egipto. El origen de los relatos se sitúan en la Persia sasánida a donde llegaron seguramente desde la India con el título de "Las Mil Noches". Fue después de su traducción del pahlevi (persa medieval) cuando tomó el nombre con el que ahora lo conocemos. El manuscrito más antiguo que se conoce data del siglo XIV y se guarda en la Biblioteca Nacional de Paris.
Harun Al-Rashid (el rey Shahrayar), quinto califa abbasí, fue tan real, como Sherezade (Shahrasad), la hija del Gran Visir. Muchos de los nombres de los cuentos están tomados de personas que vivieron en aquella época: el poeta Abu Nuwas, el visir Gafar (Aladino), ¿sería tan malo como aparentaba?, los hijos de éste, el hijo del cocinero, el hijo del rey Shahramán, el rey de China y un sinfín de personajes que viven en el Bagdad de este rey que se hizo legendario no sólo por el alcance de su imperio, sino por ser el protagonista estelar de los cuentos de Sherezade.
Prometo que cuando tenga nietos, no dejaré de leerles estos cuentos con los que yo crecí.