Ayer, de vuelta a casa y descansando en un banco en el camino, vi una pequeña lagartija que a pesar de su minúsculo tamaño y con el rabo intacto, se movía con una celeridad pasmosa buscando comida. Decidí sentarme y quedarme un rato a observarla. Estaba tendida al sol sobre una valla de piedra y delante tenía una pared de césped artificial donde se ocultaban infinidad de insectos. Inmovilizó un mosquito y se lo comió en varias etapas pues parecía muy grande para su boca. A continuación trepó por el césped y rápidamente se bajó otro a la repisa de piedra, donde comenzó su particular festín. De repente, salió un pequeño pájaro de la pared de césped y al ver que había una multitud, jajaja... voló y se ocultó entre las ramas del pino que me daba sombra. Aprendí mucho ayer y creo que en mis paseos diarios me sentaré con paciencia a observar lo que me rodea, con paciencia y gratitud.
Por ejemplo, hoy toca ir a coger moras... las zarzas están cargadas pero otro día contaré el viaje.