Hoy no pude evitar emocionarme al oir hablar de este precioso país y de sus habitantes, los "mediterráneos del norte", por su hospitalidad, alegría (a pesar del clima tan frío) y generosidad.
Hacía tiempo que quería dedicarles un post y recordar al mismo tiempo los gratos momentos que pasé allí. Se nota ¿verdad? Volvíamos en el ferry desde Aarhus -donde mi empresa nos había convocado a una reunión internacional que se celebraba anualmente- a Copenhague. Todos estábamos muy cansados porque la noche anterior se había celebrado una cena espectacular, en un salón inmenso donde a la luz de miles de velas (los daneses son muy dados a iluminar sus casas con ellas) habíamos cenado y bailado hasta la madrugada.
Recuerdo que durante el ágape se interrumpía a menudo para celebrar un brindis y, como no había agua sobre la mesa, sólo vino y más vino, pedí una botella, entre la clamorosa negativa de mis compañeros de mesa. Las camareras debieron entender el mensaje porque me trajeron una botella para una sola copa de agua. Así que yo brindaba con vino pero en la cena, agua y más agua porque después venían los licores!
¡Cómo bailé esa noche! Me divertí tanto bailando como viendo bailar a mis compañeros y conociéndoles en otro aspecto hasta entonces desconocido para mí. Su alegría era contagiosa y me hizo sentir como en casa, a pesar de que entendía muy poco danés.
Esa foto me la hicieron en el ferry de vuelta rogándome que posara como la maja... desnuda! jajaja... Sentí desilusionarles pero creo que lo que pretendían es que sonriese.