Cogí el autobús en mi pueblo para desplazarme a la capital. El autobús iba parando y recogiendo viajeros, hasta que llegó a un pueblo aún más grande que el mío, con un idílico pantano y castillo, en el que se subió una mochacha morena, muy joven y bonita llamada Amina.
Parece ser que ella y el joven conductor del autobús, José, se conocían de otras veces. Yo me había sentado, como siempre que puedo, en el primer asiento a la derecha del pasillo para ver el horizonte. Ella lo hizo justo detrás del conductor... y arrancamos...
Los dos comenzaron a hablar y, temiendo por mi vida ya que el conductor giraba totalmente la cabeza, la ofrecí sentarse a mi lado para que pudieran hablar más cómodamente, a lo que el conductor la animó con fuerza, sonrojándose. Traté de no escuchar su conversación, limitándome a mirar el hermoso paisaje y a pensar en mis propias cosas.
Era evidente que al conductor le gustaba la joven porque intentaba quedar con ella a la salida de su trabajo. Amina, sin embargo, decía que no repetidamente, sonrojándose también. No pude evitar oirlo y meter baza y le dije a ella: "Di que sí, di que sí..., si no está casado". Rápida y tajantemente Amina me respondió: "¡Está separado!" Pero continuó negándose. Entonces le dije a él: "Tendrás que intentarlo más veces" y me callé. Ellos también lo hicieron.
Al rato, ella entabló conversación conmigo y me contó que eran Tuaregs y musulmanes y ella había nacido en España, donde la familia al completo llevaba años viviendo.
Con el tiempo, conocí a sus padres, hermanas, hermanos, sobrinos y amistades y el final de este cuento lo he ido conociendo a través del tiempo pero... esa es otra historia.
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